domingo, 16 de septiembre de 2012

lunes, 19 de octubre de 2009

Madre Laura Montoya Upegui

AutoBiografia

La Providencia de Dios se manifiesta Gregorio el panadero:

En 1906 la maestra Laura sufre la calumnia, la persecución y el rechazo de la sociedad medellinense, como consecuencia de la novela "Hija espiritual" escrita por el Dr. Alfonso Castro. Se retiran todos sus amigos y conocidos y queda con su madre y hermanos con dificultades hasta para conseguir el pan de cada día, en estas circunstancias nos cuenta en su Autobiografía:

"Un día se apareció en la casa un hombre negro, con los pies hinchados que apenas parecía que podía andar. Creímos que pediría limosna; pero ¡era el Ángel de Dios! Me dijo: Misia Laura, ¿usted porque no pone una panadería?".

Entre dudas y temores la maestra se deja ayudar por Gregorio y él le construye el horno, le trae los materiales y luego se encarga de vender el pan. Cuando ya está instalado el negocio, muere Gregorio y Laura hace la siguiente interpretación:

"Fui al entierro y en él estaba representado el Seminario, el Capítulo Catedral, y la Comunidad de los Hermanos Cristianos. Todo me pareció extraño. Pero logré saber que era un santo y que, como en su tiempo de salud había servido mucho, le guardaban las mayores consideraciones, pero que jamás había querido aceptar nada. Lo lloré como era debido y mi agradecimiento con Dios era inmenso. ¡A ese hombre negro le debíamos el pan! Quedamos perfectamente establecidas. ¡Por supuesto que mi dolor era mayor por no haber sabido lo que tenía en la casa! ¡Así mueren los santos que han preferido la humillación a todo! Supe que Gregorio comulgaba todos los días pero nadie lo sabía porque lo hacía en la misa de 4 (a.m.) y cambiaba de Iglesia todos los días".

Fundación de una Casa Misionera en el Palenque de Uré

Después de las fundaciones en Dabeiba, (1914) Rioverde, El Pital, Murrí y Chontaduro entre los indígenas Katíos del Departamento de Antioquia, la Madre Laura se desplaza hasta Uré, Departamento de Córdoba, para realizar la sexta fundación de la naciente congregación. En la Autobiografía narra todos los inconvenientes del viaje y la incomprensión de varios eclesiásticos.

El viaje comprendió muchas escalas, de Cartagena a Calamar en tren, de allí hasta Magangué en una confortable embarcación, de Magangue hasta Ayapel en una gasolina o buquecito que había empezado a surcar el San Jorge. En Ayapel tuvo noticias de la realidad de Uré:

"Supimos allí que Uré era desconocido de todos y se tenía de él la idea terrible de lo desconocido. Sólo Don Luis Paniza nos dio algunos informes consoladores. Nos dijo que verdaderamente el camino no existía; pero que Uré era un pueblo de personas negras, descendientes de los que habían traído en la época de la colonia para laborar las minas, procedentes del África, pero que aquellos paganos todavía eran inclinados a las cosas buenas..."

Laura y su compañera siguen su viaje pensando que ubicadas en Uré, mientras esperan a los indios, pueden apoyar a la población negra. Aún les faltaban varios días de viaje y pueden comprobar que navegar por el río San Jorge era una aventura que sólo realizaban arriesgados comerciantes en canoas de remo, vendiendo sus productos por las riveras del río.

Las dificultades del camino, la falta de oportunidades de los ribereños preparan el corazón de las misioneras para entender que el Señor las llamaba a trabajar y conocer una nueva cultura. La descripción que hace la Madre Laura de Uré tiene una gran importancia histórica pues nos ubica en el proceso vivido por los palenques:

"Aquel pueblecito contaba entre las muchas gracias que tenía, la de haber conservado por más de cuatrocientos años una especie de dinastía religiosa. La religión, mezcla de catolicismo y de tradiciones africanas, estaba representada por un anciano siempre en cadena o sucesión no interrumpida, porque en el lecho de muerte de uno, nombraba el otro y a éste se sometían todos en lo religioso, sin poner ninguna suerte de reparos jamás. Este anciano desempeñaba las funciones del culto en un rancho largo que lo llamaban la iglesia católica, sin pena de ninguna clase. La religión tenía todo y muchos latinajos que rezaba el ancianito revestido con unos ornamentos y capas... El hacía los entierros …, bautizaba bien... Hacía la fiesta con rezos y cantos en medio de bailes...

Cuando fuimos ejercía las funciones del culto el Señor Hilario, ancianito muy respetable por un aparato austero y venerable que había adquirido a fuerza de desempeñar tan terrible y desventajoso empleo, pues jamás se le pagaba nada ni se le daba tiempo para trabajar. Vivía pues muy mal, pero sintiéndose muy honrado por ser el depositario de la religión y culto de las tradiciones de su raza. Nada turbaba al Señor Hilario, ni su misma pobreza, pues estaba enseñado al pescado que su mujer anciana cogía todos los días. Tenía paciencia invicta con las tropelías de sus feligreses y nada lo inquietaba".

Una Religiosa afrocolombiana entre las Cofundadoras de la Congregación:

En el año 2.000, con motivo del Jubileo, el Boletín Informativo Caminando Juntas publica un Homenaje a las diez primeras Cofundadoras, el grupo que inicia el noviciado canónico el 1 de enero de 1917 en Dabeiba, cuando la Madre Laura emite sus Votos Temporales y la experiencia misionera se constituye en congregación religiosa diocesana.

El número siete de este grupo le corresponde a la Señorita María de los Ángeles Hernández Yépez de Robledo, Antioquia, de ella dice la crónica congregacional:

"...Una morena fornida, trabajadora incansable y fervorosa... tenía muy buena voz, cantaba fuerte y bien en las ceremonias religiosas y en las misas. Aún en su vejez entonaba cánticos al Señor. Su boca no se ocupó sino para alabar a Dios y decir jaculatorias. Cuando se le preguntaba como estaba de salud o cómo le iba en su vida, siempre contestaba con este estribillo -Así como Dios quiere-"

En la Congregación recibió el nombre de María Santa Zita, y al hablar de ella varias Hermanas reconocen que su testimonio de vida atrajo valiosas vocaciones a la Congregación por "el espíritu de oración y unión con Dios que poseía... inspiraba respeto a cuantos la contemplaban". Todos los trabajos que realizaba los hacía con amor y alegría. En el año de 1964 la traen a la enfermería de Medellín, bastante delicada de salud pero "llena de amor a Dios, de cariño y paciencia", muere el 10 de mayo de 1971 a los 99 años de edad, ganándose el título de Cofundadora de la Congregación por su fidelidad y testimonio de vida.

Carta de la Madre Laura sobre una misionera afrocolombiana y el Seminario Etiópico de Roma

En el Archivo de la Arquidiócesis de Popayán reposan algunas cartas de la Madre Laura a Monseñor Maximiliano Crespo y a otras personas. No nos debe extrañar el lenguaje propio de la época sino la intuición de que también el pueblo negro tiene derecho a un espacio en la Iglesia como en la sociedad. Entre las cartas nos interesa la siguiente, dirigida a una religiosa de otra Congregación:

"Antioquia, 7 de abril de 1935. Muy amada Sor María de Inmaculada Hoyos.

Mucho me alegra que quiera... la raza negra... Entre negros puros tenemos unas tres casas y he podido apreciar lo que es su orfandad, pero alégrese porque esa pobre raza comienza a redimirse con el Seminario etiópico que tiene el Santo Padre en el mismo Vaticano, es numeroso y son todos de color satín, ya se han ordenado varios y me tocó oírle la misa en rito armenio al primer Obispo de aquél seminario, antes de salir para Albania.

Era conmovedor ver al Prelado aquél, rodeado de Monseñores blancos que le servían como a un rey, celebrar el Santo Sacrificio y la Santa Hostia tan blanca lucía en aquellas manos negras como si estuviera engastada en azabache hermosamente en el momento en que mostraba la Sagrada forma al pueblo, según el rito armenio. Le ofrecí al Señor recibir en la Congregación una negra de pura raza africana para que Él nos permitiera trabajar con los pobres negros.

Ya tengo la hermana Profesa porque al llegar de Roma se me presentó la oportunidad de cumplir la promesa, ha resultado una y muy buena... Acompaña a las hermanas en las excursiones y enseña muy bien el catecismo y los cantos. En la Misión en dónde está la acatan como a las demás hermanas; se llama María de la Sagrada Familia. Fue formada por las Misioneras en Uré y desde que tenía doce años o quizás menos hacía su voto de castidad de año en año. ¡Ya ve, querida mía, como en esa pobre raza hay almas de elección! Mucho le pudiera referir de esto pero ya el tiempo se me agotó...Laura de Santa Catalina"